Cuentos de Navidad para los niños
(tomados de guiainfantil.com)
La Navidad a través de cuentos que hablan de paz y de amor
La Navidad es
una época del año muy especial. Para los niños son días mágicos y para
los adultos son momentos de recuerdo y de recuperar ese espíritu infantil que está escondido el resto del año.
Los cuentos, historias y leyendas de Navidad
son incontables. Son historias que te hacen soñar con los días mágicos
de la navidad plagados de regalos y de momentos especiales junto a la
familia.
Los cuentos
de Navidad además recuerdan a niños y mayores valores como la
generosidad, el compartir con los que tienen menos que tú. Lecciones muy
importantes para el resto del año.
Las historias de navidad son el plan perfecto para una tarde de
familia. Todos reunidos podéis compartir un rato de fantasía y este sin
duda es uno de los motivos que hace tan especial la navidad.
Aquí os ofrecemos una serie de cuentos navideños de distintos países
El cuento mexicano de Las posadas para Navidad
Era la época del emperador romano Augusto. Este emperador, un día, decidió hacer un censo de la población, y anotar el nombre
y apellido de cada uno de los habitantes. Así que toda la gente tuvo
que acudir al pueblo en donde había nacido. La virgen María por
entonces, estaba embarazad, y tuvo que partir junto a su marido, San
José, hacia Belén, pueblo de nacimiento de ambos.
María estaba a punto de dar a luz, y llegaron a Belén una fría noche del 24 de diciembre. A su marido, San José, le preocupaba el estado de su mujer, así que llamó a la posada más rica de todo Belén.
- En nombre del cielo,- dijo al posadero- pido posada, porque ya no puede andar más mi mujer amada.
El posadero le miró de arriba a abajo y respondió:
- Aquí no es mesón, sigan adelante. Yo no puedo abrirle, no vaya a ser un buen tunante.
- No seas inhumano- insistió San José- Ten caridad. El reino de los cielos te lo premiará.
- Ya se pueden ir y dejar de molestar- contestó más enfadado el posadero- Si me enfado más, les voy a apalear.
Así que San José y la Virgen se pusieron en marcha, en busca de otro
lugar en donde cobijarse. Así es como llegaron a la posada de los
peregrinos. San José llamó a la puerta:
- Soy carpintero y me llamo José. Venimos rendidos desde Nazaret.
- No me importa su nombre. Lárguense de aquí. Yo lo que quiero es dormir.
Tuvieron que buscar otra posada. Esta vez llegaron hasta el albergue
de los pobres. Este albergue estaba junto a un establo, en donde sólo
había un buey. San José llamó a la puerta:
- Pido cobijo, mi buen amigo, por sólo una noche. Mi esposa es María, la Reina del Cielo, y madre va a ser del divino Verbo.
- ¿Eres José? ¿Tu mujer, María? Entren, peregrinos.
- Dios le pague esta caridad y le colme el cielo de felicidad.
Y como el albergue esa noche estaba llena, José y María tuvieron que
conformarse con el establo. Como compañeros de morada, el buey que
dormitaba allí y la mula en la que había viajado María.
Cuento infantil del Niño descalzo(Francia)
Pierre era un niño que había perdido a sus padres y vivía con su tía,
una mujer muy egoísta y avariciosa. Ella nunca le demostraba cariño. Ni
siquiera le felicitaba por su cumpleaños.
El pequeño, sin embargo, tenía un corazón bondadoso. Su tía era tan
avara, que desde hacía tiempo no le compraba zapatos. Pierre se tallaba
él mismo unos zuecos con un poco de madera.
El 24 de diciembre, Pierre estaba muy nervioso, ya que sabía que esa noche vendría Papá Noel.
Esta deseando llegar a casa para dejar sus zuecos junto a la ventana.
Sin embargo, al salir de la Misa del Gallo, Pierre vio a un niño muy
pobre que tiritaba de frío en un rincón de la acera. No tenía zapatos y
vestía de blanco. A Pierre le dio tanta pena, que se quitó uno de sus
zuecos y se lo ofreció al niño.
Al regresar a casa, la tía de Pierre se enfureció al verle.
- ¡Ya has perdido uno de tus zuecos!- le gritó al niño-
Ahora querrás tallar otro con uno de mis troncos para la chimenea. ¡Me
lo tendrás que pagar! Por malo, esta noche en lugar de Papá Noel, vendrá
el tío Latiguillo y te traerá carbón.
Pierre se fue muy triste a su cama. Pero antes dejó el zueco que le quedaba junto a la chimenea.
Al día siguiente, Pierre se llevó una gran sorpresa. Se levantó muy
temprano, porque apenas podía dormir, y junto a la chimenea descubrió todos los regalos que deseaba recibir: abrigos, ropa nueva, zapatos, cuadernos para el colegio y algún juguete. Pierre fue corriendo a la ventana y al mirar al cielo, descubrió el trineo de Papá Noel que se alejaba. A su lado, viajaba un niño vestido de blanco. El niño al que le regaló su zueco. ¡Era el niño Jesús!
La historia de Navidad de Babushka, la anciana que reparte regalos a los niños rusos(Rusia)
Babushka
era una anciana que fabricaba muñecas artesanales. De esas muñecas de
madera pintadas a mano con alegres colores, que esconden dentro otra
muñeca, y otra, y otra más pequeña.
A Babushka le hubiera encantado tener hijos, pero no pudo ser, así que se encontraba muy sola y por eso se dedicaba a crear sus muñecas para venderlas y poder sobrevivir.
Una fría noche de invierno, Babushka se despertó sobresaltada. Su
habitación se iluminó con tal intensidad, que parecía de día. La anciana
se asomó a la ventana y vio una hermosa estrella
que parecía decirla: 'venga, sígueme'. Pero Babushka tenía frío. Pensó
que era una locura salir a esas horas, y volvió a meterse en su cama.
A la noche siguiente, Babushka tampoco pudo dormir. Esta vez un
estruendo la despertó. Trompetas y arpas no dejaban de sonar. Al
asomarse a la ventana, la anciana vio un grupo de ángeles que le dijeron:
- 'Babushka, ven con nosotros. Vamos a Belén para conocer al Niño Jesús, que acaba de nacer'.
Pero Babushka vio la nieve caer y pensó que hacía mucho frío. Decidió volver a su cama.
La tercera noche, Babushka se despertó sobresaltada al escuchar el
ruido de los cascos de unos caballos. Esta vez, al asomarse, vio a los tres Reyes Magos de Oriente, que le dijeron:
- 'Ven con nosotros, dulce anciana. Vamos a Belén, a adorar al niño Dios, que acaba de nacer'.
Babushka dudó, pero prefirió volver a su cama. Seguía nevando, y afuera debía hacer muchísimo frío.
A la mañana siguiente, Babushka se arrepintió. Pensó que debía ir a ver al niño Jesús,
así que cogió sus muñecas y fue hacia Belén. Pero cuando llegó, en el
pesebre ya no había nadie. Babushka se entristeció. Decidió que para
compensar aquello, a partir de entonces, todos los 24 de diciembre,
noche en la que nació Jesús, iría casa por casa para dejar a los niños un regalo. Ese regalo que le hubiera gustado hacer al niño Dios.
Cuento para Navidad de Los regalos del Niño Jesús(Alemania)
Franz era un leñador muy pobre, que vivía en una casa en el bosque
junto a su mujer, Matilde, y sus dos hijos pequeños: Alberto y Gisela.
Los niños eran muy buenos, pero sus padres no tenían dinero para comprarles juguetes. Apenas sobrevivían con el pan que conseguía hacer Matilde.
Ese 24 de diciembre hacía mucho frío. Había caído
una fuerte nevada, y sólo les quedaban cuatro rebanadas de pan para
cenar. Pero justo cuando iban a empezar, vieron la cara de un niñito
pequeño asomado a la ventana. Tenía hambre y frío. Le acogieron en su
casa y le dieron las cuatro rebanadas de pan que les quedaban, a pesar
de que ellos ese día se quedaban sin cenar.
Franz salió a cortar un abeto para mantener el fuego de la chimenea
encendido toda la noche y que aquel pequeño, vestido con una túnica
blanca hecha jirones, no pasara frío.
El niño, que no decía ni una palabra, se durmió junto al fuego, y la familia también se retiró a descansar.
Al día siguiente, una melodía de harpas despertó a los pequeños, que
fueron corriendo hacia el salón. Entonces vieron al pequeño que había
acogido en su casa, vestido con na elegante ropa bordada con hilo de
oro. Sobre su cabeza brillaba con fuerza una corona. A su alrededor, una
corte de ángeles
hacían sonar arpas y trompetas. Y tras él, un inmenso abeto, con muchas
ramas frondosas de las que colgaban manzanas, nueces y muchos
juguetes.
Los niños llamaron a sus padres. Al llegar y ver aquella escena, se dieron cuenta de que aquel niño en realidad era el niño Jesús, quien, agradecido por la generosidad de esa familia, les había traído todos aquellos regalos.
Desde ese día, cada 24 de diciembre, todas las familias decoran en
casa un abeto, en recuerdo de aquella historia. De las ramas del árbol
cuelgan coloridas manzanas y otros adornos. Y los niños reciben los regalos que el niño Jesús sigue trayendo cada Navidad.
Cuento de Navidad del Hada de año nuevo(Norte América)
Juan y Matías eran dos hermanos de 7 y 8 años.
Pero eran muy diferente. Juan era amable y muy estudioso. Matías tenía
un carácter más rebelde. Un día de diciembre, mientras jugaban, se les
apareció un hada. El hada les dijo:
- ¡He venido a traeros un regalo de Año nuevo! Aquí tenéis unos libros.
Cada hermano cogió uno de los libritos, pero resulta que estaban en blanco. ¡No había nada escrito! Juan, que era muy agradecido,
se puso muy contesto y le dio las gracias al hada. Pero Matías
refunfuñó. Se enfadó tanto, que tiró el librito contra un charco de
barro. Y al llegar a casa, lo usó para equilibrar la pata de una mesa
que estaba un poco coja.
Pasó un año entero, y de nuevo apareció el hada. Esta vez, les pidió
que le enseñaran los libritos que les había entregado el año anterior.
El libro de Juan estaba como nuevo. El de Matías, todo sucio. Entonces
les dijo que echaran un vistazo a las hojas de los libros.
El cuadernillo de Matías estaba lleno de borrones. No se entendía nada.
Sin embargo, las de su hermano estaban llenas de hermosas letras de
oro.
- Matías- le dijo el hada- Todos esos borrones son de los momentos en
los que no te portaste bien con los demás. Cuando discutiste con tu
hermano, cuando pegaste a tu amigo, cuando desobedeciste a tu madre...
Tu hermano, sin embargo, ha sido bondadoso,
y por eso su libro está escrito con letras de oro. Juan, las letras de
oro son por cada vez que diste un beso a vuestra madre, o cuando le
dejaste tus juguetes a tu hermana. Aquel día que ayudaste en clase a tu
compañero o ese otro en el que ayudaste a cruzar a un anciano.
Juan quería quedarse con su libro. ¡Era tan bonito! Pero el hada dijo que no podía ser, porque aquellos libros tenían que ir a la biblioteca del Padre Tiempo,
quien anotaba cada año qué niños habían sido buenos y cuáles se habían
portado mal. A cambio, el hada les ofreció dos libros nuevos, ambos con
las páginas en blanco. Matías había aprendido la lección,
y prometió al hada que su libro estaría lleno de letras doradas al año
siguiente. Juan aseguró que intentaría mejorar más. El hada se despidió
muy contenta de ellos con un ¡Feliz año nuevo!
Una lección de Navidad. La historia de Rodolfo el reno(Perú)
Esta la historia de Rodolfo el reno, al que nadie quería por ser tan feo, bueno eso lo decía Renato el reno viejo, que había acompañado durante muchos años a Santa Claus por el mundo repartiendo regalos.
Cuando se dobló una de sus patas ya no pudo trabajar más y se
volvió un reno amargado, de mal humor, que maltrataba al rebaño e
incluso a los niños. Después de haber sido tan bueno con ellos, ahora le
molestaban y hasta se burlaba de los de su propia especie.
Por ejemplo cuando nació Rodolfo el reno lo primero que dijo fue:
¡Qué reno tan feo!, jaja tiene la nariz roja, jajaja, así nunca Santa
Claus lo elegirá, porque lo más probable es que espante a los niños,
jajaja y si un reno no trabaja con Santa Claus, para que ha nacido
jajjajajajjaja
Y todos los otros renos se burlaban también de Rodolfo cantándole así:
Era Rodolfo un reno
que tenía la nariz
roja como la grana
y de un brillo singular
Lalalalalalala lalalalá
El viejo reno Renato, vivía en una cabaña en el polo
norte, rodeado de mucha nieve, casi vecino con Santa Claus. Rodolfo que
vivía cerca también, cuando era pequeño, veía con admiración salir a
Renato el reno, que entonces era joven, junto con Santa Claus lleno de regalos.
Los padres de Rodolfo eran los renos favoritos de Santa Claus y cada
navidad se iban felices a repartir regalos por el mundo. Rodolfo como
era pequeño no iba con ellos, además no lo dejaban salir como a los
otros renos pequeños, porque como tenía la nariz roja, sus padres se
avergonzaban de él y lo escondían.
Pero Rodolfo era travieso y se escapaba,
lo malo era que cuando se encontraba con el viejo reno, éste se burlaba
de él, entonces Rodolfo corría hacia el bosque para esconderse y fue
allí donde conoció a otros animales, los cuales se convirtieron en sus
mejores amigos: Fofó el caballo, Fifí la oveja y Fefé el búho que todo
lo sabe y todo lo ve. El búho le decía:
- Rodolfo, tienes que tener paciencia,
los demás nos tienen que valorar por lo que somos por dentro y no por
lo que se ve hacia fuera. Yo estoy seguro que ahora que ya creciste,
Santa Claus te verá y te elegirá sin dudarlo. En tus ojos se ve bondad,
tu amor a los niños y tus ganas de trabajar. Ya verás que ese día
llegará.
- Ojalá llegue ese momento. Faltaba una semana para la navidad cuando
llegó un nuevo animal al bosque, venía de muy lejos, era parecido a un
caballo pero andaba lento, tenía orejas largas y paradas, era un burro,
un burro tiritando de frío en el polo norte.
- Hola, soy Paco, el burrito sabanero, estoy camino a Belén ¿Es por aquí verdad?
- Uyy tú sí que te perdiste ¿De dónde vienes? , dijo Fifí la oveja.
- Vengo de la sabana venezolana, voy camino a Belén, a conocer la
tierra donde nació Jesús, ya que mi tátara tátara tátara abuelo era el
famoso Burrito sabanero,
el que iba Belén al nacimiento del niño Jesús y ahora yo, como su
tátara tátara tátara nieto, he empezado el mismo viaje pero creo que me
he perdido.
- ¿Y estás solo? Preguntó Fofó el caballo.
- Sí, nadie me quiso acompañar, dijo con tristeza el burrito.
- No te preocupes, ya no estás solo, nadie puede estar solo en
navidad, te quedarás con nosotros hasta que logres encontrar el camino
correcto a Belén. Dijo entusiasmada Fifí la oveja.
Fue entonces cuando Rodolfo también conoció al burrito Paco.
Al día siguiente era la elección de los renos para Santa Claus,
todos estaba bien bañados, peinados, comidos y hasta el hocico se
habían lavado con hojas de menta que encontraron en el bosque.
Rodolfo miraba desde lejos, escondido, pero listo para salir en
cualquier momento. Sus amigos Fofó el caballo, Fifí la oveja, Fefé el
búho que todo lo sabe y todo lo ve y su nuevo amigo Paco, el nuevo
burrito sabanero, lo alentaban para que dé un paso adelante y se
presente ante Santa Claus.
Mientras tanto Santa se dirigía los renos:
- Como saben, todos los años celebramos el nacimiento del niño Jesús,
él vino a la tierra a darnos un mensaje de paz y amor, para vivir en
armonía, con respeto y cariño, así que para celebrar este acontecimiento
es que me encargaron que todos los años entregue regalos a los niños
del mundo que se hayan portado bien y como necesito ayuda, tengo que
elegir a los mejores renos del universo para cada campaña navideña.
Vamos a empezar con la selección, dijo Santa Claus.
A ver, párense derechos que voy a pasar a revisar las patas, el
cuello, la cola, y los ojos, ya que un reno de navidad tiene que ser
perfecto, debe ser fuerte, estar bien alimentado ya que el viaje es
largo y el trabajo de entregar regalos es bastante duro, pero sobretodo
tienen que demostrar amor a los niños.
Fue entonces cuando uno de los renos dijo:
- Bah, a mí sólo me gusta tirar del trineo, no me gustan los niños.
Santa se acercó a él y dijo: Entonces no tienes nada que hacer aquí,
vamos a darle oportunidad a los que sí están interesados, retírate por
favor…
Y en ese momento Rodolfo se armó de valor, gracias a sus amigos que lo alentaban y se apareció ante Santa Claus diciendo:
- Santa Clauss, con todo el respeto que se merece, aquí estoy yo, mi nombre es Rodolfo y me gustaría mucho trabajar con usted.
- ¿Asi?, hmm déjame verte, hmmm se te ve muy bien alimentado, fuerte y de buen tamaño y ¡tu nariz! ¿Qué le pasó a tu nariz?
- Así nací Santa Claus, con la nariz roja como la grana, pregúntale a mis papás, son ellos, tus renos favoritos.
Y Santa Claus dirigiéndose a ellos les dijo:
- ¿Y por qué lo ocultaron todo este tiempo?
- Perdón Santa, no queríamos que se burlen de él.
- Jamás se deben avergonzar de un hijo, un hijo es un tesoro que hay que cuidar, es un regalo de Dios, miren, Rodolfo es único con esa nariz roja jojojo estoy seguro que será la delicia de todos los niños del mundo, jojojo.
Todos se quedaron el silencio sin saber que decir hasta que sus padres dijeron:
- Si Santa es cierto, nuestro hijo es lo mejor que nos ha pasado, de
ahora en adelante será diferente, será nuestro orgullo ante todos y
jamás lo volveremos a esconder.
Los otros renos, se quedaron pensando y ya no se rieron más de la nariz de Rodolfo.
- Me parece que eres un reno perfecto para mis viajes, además con esa
nariz roja, estoy seguro que los niños te adorarán, además tienes una
mirada limpia, bienvenido al viaje de los regalos de navidad, jojojo.
- Gracias Santa, no lo defraudaré, pero antes quiero pedirle un
favor, tengo un amigo que ha venido de muy lejos, es un burro que quiere
conocer Belén, y ha hecho el mismo recorrido que su tátara tátara
tátara abuelo el Burrito Sabanero, está aquí, pero muy perdido ¿Podremos
dejarlo en Belén?
- Oh el famoso Burrito Sabanero, el que iba camino a Belén a ver el nacimiento del niño Jesús, claro que sí, que venga, es navidad, jojojo ¿Lo dejaremos en Belén!
Enseguida, se acercó Paco el nuevo Burrito Sabanero y todos juntos
disfrutaron de una gran fiesta de despedida, allí estaban los renos y
los amigos de Rodolfo, Fofó el caballo, Fifí la oveja y Fefé el búho que
todo lo sabe y todo lo ve.
Los renos decidieron agregar unas estrofas a la canción que siempre
le cantaban a Rodolfo y fue así cómo nació la canción completa.
Así Santa Claus junto a los renos llegaron a cada rincón del mundo
buscando a los niños que se habían portado bien, dejándoles un hermoso
regalo y en cada hogar encontraron, leche, galletas y sobretodo mucho
amor, ya que veían a las familias reunidas, rezando, agradeciendo por la
cena navideña, agradeciendo a Dios por la vida y la familia, celebrando
que Jesús estaba de cumpleaños y que valió la pena vivir entre todos
nosotros para dejar su mensaje a toda la humanidad, amar y respetar a
Dios y a nuestro prójimo.
Feliz Navidad para todos jojojo.
Cuento escrito por Magda Botteri, de Tiabotas.
El ayudante de Santa Claus, cuento suizo para niños(Suiza)
Papá Noel recibe cada año todas las cartas de los niños,
de todos los países del mundo, y él las va archivando según lo que
piden: muñecos, videojuegos, ropa... Pero tenía una carta que no podía
clasificar... en ella, una niña suiza, Erika, no pedía ni juegos, ni
ropa ni material escolar. Decía lo siguiente:
'Querido Papá Noel: este año no quiero que me traigas ningún
juguete, porque mi hermano es tan malo que siempre me los rompe. Sólo
quiero que mi hermano sea bueno y no me moleste más, ni a mi ni a mi
perrita, porque siempre le está haciendo trastadas'.
Papá Noel estaba conmovido. ¿Qué podía hacer para conceder el deseo de la pequeña? Lo primero que hizo fue buscar en la lista de niños buenos.
Y ahí estaba Erika, entre los primeros nombres. Según ponía en la
descripción, Erika ayudaba en casa, hacía sus deberes, se esforzaba por
sacar buenas notas, y por si eso fuera poco, ayudaba a los ancianos y
nunca se peleaba con sus amigos.
Después buscó el nombre de su hermano. Lo que se suponía: Hans no estaba en la lista.
Papá Noel pensó qué hacer. Y entonces se le ocurrió una idea. Recordó
que muchos niños suizos le pedían en sus cartas que atrapara a Krampus, un demonio de grandes cuernos y dientes afilados, que paseaba a sus anchas por el campo atemorizando a todos y llevándose en un saco gallinas y ovejas.
Papá Noel buscó a Krampus y le encontró en una granja. Era enorme, y
muy peludo, y cargaba a su espalda un enorme saco lleno de gallinas.
- Krampus- le dijo al demonio- Necesito que vengas conmigo. Necesito un ayudante para asustar a los niños que se han portado mal. Pero en lugar de gallinas, les llevarás carbón.
A Krampus le gustó la idea. Le encantaba asustar a los demás, y más aún a los niños. Así que aceptó.
Esa nochebuena, Hans recibió la visita de Krampus. Él pensó que había sido una pesadilla,
porque se presentó mientras dormía, pero al ver sus regalos a la mañana
siguiente, se dio cuenta de que fue real. En lugar de juguetes, sólo
había recibido un montoncito de carbón. Con este gesto, aprendió la
lección, y no volvió a portarse tan mal en casa nunca más.
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