martes, 19 de abril de 2016

CUENTOS DEL MUNDO:CUENTOS RUMANOS:LA BOLSA CON DOS REALES


 CUENTO TRADICIONAL RUMANO

LA BOLSA CON DOS REALES

SUGERENCIA DE ACTIVIDADES:

  1. ESCUCHAR EL CUENTO A MANOS DE MARIOLA,MADRE RUMANA 
  2. LECTURA COLECTIVA DEL CUENTO
  3. ILUSTRAR EL MARCAPÁGINAS SOBRE EL CUENTO
  4. COMPLETAR E ILUSTRAR LA FICHA RESUMEN DEL CUENTO


LA BOLSA CON DOS REALES

  
En una aldea vivían una vez dos ancianos que eran
vecinos. Ella tenía una gallina y él un gallo. La gallina
de la anciana
se hartaba de comer huevos. En cambio, el viejo no comía ningún
huevo. Un día el anciano perdió la paciencia y dijo:
como si cada día fuera Pascua, ¿Por qué no me das unos cuantos
huevos para sacarme al menos las ganas?
La anciana era muy avara-. Si te apetecen los huevos, pega a tu gallo para que
ponga huevos y te los comes, que yo he pegado a mi gallina y mira
cuántos huevos pone.
El viejo, que era glotón y cruel, se dejó llevar por la
anciana y cogió rápidamente a su gallo, le dio una buena paliza
con rabia: -¡Toma! O pones huevos o te marchas de mi casa. No vas a
estar comiendo de balde siempre.
El gallo, tan pronto escapó de las manos del viejo, huyó de casa y
anduvo sin rumbo por los caminos. Y mientras iba por un sendero, he
aquí que encontró una bolsa con dos reales dentro, la cogió con el pico
y se dirigió de nuevo a casa del viejo. Por el camino vió un
carruaje en el que iba gente rica. El señor miró atentamente al gallo y,
al ver una bolsa en su pico, le dijo al cochero:
Apéate y ve a ver qué lleva aquel gallo en el pico. El cochero bajó raudo
del pescante y agarró con destreza al gallo, le arrancó la bolsa del pico
y se la dio al ricachón.
Éste la guardó en su bolsillo y continuó su camino. El gallo, enfadado, no quería ceder y fue
siguiendo al carruaje diciendo sin cesar:
¡Quiquiriquí, gran señor , devuélvame la bolsa , por favor!

El hombre, enfadado, al pasar junto a un pozo le dijo al cochero:-Coge a
este gallo descarado y arrójalo en aquel pozo. El cochero bajó de nuevo
del pescante, asió al gallo y lo lanzó en el pozo. ¿Qué iba a hacer el gallo
ante tan gran peligro? Empezó a tragar agua; y traga que traga hasta
que tragó toda el agua del pozo. Luego salió fuera volando y fue tras el
carruaje diciendo:
¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor!

El señor, al ver esto, se quedó completamente asombrado y dijo:-¡Al
diablo con este gallo! ¡Deja, que ya te daré a ti, gallo obstinado!
Cuando llegó a casa le dijo a la cocinera que metiese al gallo en el horno
lleno de brasas y que cerrase la boca del horno con una losa. La
cocinera, que tenía un corazón cruel, hizo al pie de la letra lo que le
había dicho su amo. Al ver tan gran injusticia, el gallo empezó a sacar
agua y echó toda el agua del pozo sobre el fuego hasta que lo apagó
completamente y el horno se enfrió. Además hizo tal charco de agua en
casa que la vieja de la cocina se enfureció de mala manera. Luego
empujó la losa que cerraba el horno y salió sano y salvo de allí. Corrió
hasta la ventana del ricacho y empezó a picotear en el cristal diciendo:

¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor!

-¡Vaya en qué lío me ha metido este demonio de gallo! –dijo el señor
asombrado-. ¡Cochero! ¡Sácamelo de encima y arrójalo en el rebaño de
bueyes y vacas! Tal vez algún toro enfurecido lo ablandará, lo cogerá
por los cuernos y nos libraremos de esta molestia…
El cochero volvió a coger al gallo y lo arrojó en el rebaño. ¡Entonces,
qué grande fue la alegría del gallo! Había que verle cómo engullía toros,
bueyes, vacas y terneras. Cuando terminó de tragarse todo el rebaño,
tenía una panza tan grande como una montaña. Volvió en seguida a la
ventana, extendió sus alas frente al sol, de manera que ensombreció
toda la casa del ricacho, y empezó de nuevo:
¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor!

El señor, cuando vio tal barbaridad, estuvo a punto de reventar de
rabia y no sabía qué hacer con tal de escapar del gallo. Se puso a
meditar un rato hasta que le vino una nueva idea.-Voy a meterle en el
foso con el dinero. Porque aquel hombre tenía tanto dinero que ni él
mismo sabía cuánto. Entonces el gallo comió glotonamente todo el
dinero y dejó todas las arcas vacías. Salió de allí, supo él cómo y por
dónde, fue a la ventana del ricacho y empezó otra vez:
¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor!

Esta vez, tras el fracaso de todas las tentativas, el señor comprendió
que no había nada que hacer y le arrojó la bolsa. El gallo la recogió
satisfecho, se largó y dejó al rico en paz. Entonces todas las aves del
corral, al ver la bravura del gallo, fueron tras él en comitiva. Y aquello
parecía una verdadera boda. Entretanto, el señor veía con melancolía
cómo se marchaban sus aves y dijo con un suspiro:-¡Que se vayan
todos con tal de librarme de este endemoniado gallo! Porque aquí
había gato encerrado.
El gallo, en cambio, andaba arrogante con todas las aves tras él. Y
anduvo y anduvo hasta que llegó a la casa de su viejo, y desde la verja
empezó a cantar:-¡Quiquiriquí! ¡Quiquiriquí!.
El anciano, cuando oyó la voz de su gallo, salió fuera con alegría. Y
cuando echó una mirada a la entrada, ¿qué vio? Su gallo era algo
tremendo. ¡Un elefante hubiera parecido una pulga junto a este gallo! Y
además tras él innumerables bandadas de pájaros, a cual más bello,
más encopetado, más horondo. El viejo, al ver a su gallo tan enorme y
pesado, y rodeado de tanta volatería, le abrió la puerta. Entonces el
gallo le dijo:-Amo, extiende un lienzo en medio del corral. El anciano lo
extendió con gran agilidad. Entonces el gallo se sentó encima, sacudió
las alas con fuerza y en seguida el corral y la huerta del viejo se
llenaron de aves y de rebaños de vacas y bueyes; y encima del lienzo
cayo un montón de monedas que lucían tanto al sol que dolía la vista.
Ante tantas riquezas el viejo no sabía qué hacer de alegría y tan pronto
besada a su gallo, como le acariciaba.

Y entonces he aquí que, no sé de dónde, llegó la vieja vecina y al ver
semejantes cosas, los ojos le sacaban chispas de malicia y estallaba de
rabia.
-¡Abuelo-dijo confusa-, dame algunas monedas! -¡Ah, sí, abuela, ahora
te aguantas! Cuando te he pedido huevos, ¿sabes qué me has
contestado? Pues ahora pega a tu gallina para que te traiga monedas;
que yo así he hecho con mi gallo, por culpa de ya sabes tú quién…, y
mira qué me ha traído.
Entonces la vieja se fue al gallinero, asió a su gallina por la cola y le dio
una paliza que a uno le venían ganas de llorar de compasión. Pobre
gallina, en cuanto escapó de las manos de la vieja, huyó camino
adelante. Y andando, andando, encontró una perla y se la tragó.
Inmediatamente regresó a casa de la anciana y desde la verja empezó a
cacarear. La anciana salió muy contenta de su casa.
La gallina saltó la verja, pasó veloz junto a la vieja y se puso en el nidal.
Después de estar una hora sentada, saltó del nidal cacareando. La
anciana se precipitó para ver qué había hecho la gallina. Y cuando miró
en el nidal, ¿qué vio? La gallina había puesto una perla. La vieja, viendo
que la gallina se había burlado de ella, la cogió y la pegó hasta matarla a
palizas. Y de esta manera la vieja avara y loca se quedó más pobre que
una rata. Desde entonces ya no pudo comer más huevos por haber
matado a su pobre gallina que no tenía ninguna culpa.
El viejo, en cambio, era muy rico. Se construyó una casa grande con un
jardín muy hermoso y vivía muy bien. A la vieja, por compasión, la
puso a cuidar gallinas, y al gallo lo llevaba a todas partes con él, con un
collar de oro en el cuello y calzado con botas amarillas y espuelas en
los talones, que parecía más um actor disfrazado que no un gallo para
hacer buen caldo.


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